miércoles, 24 de septiembre de 2014

La casa cuando llueve.


La consciencia se adormece en el fárrago de cosas que fluyen en la tarde.
Tarde lluviosa con gotas rítmicas sobre el techo. Se escuchan voces de mujeres que tejen la trama de la casa, que la mantienen viva, que la respiran y huelen a distintas horas del día. Los que la habitan se pierden imaginando posibles vidas al ritmo de la lluvia. Una ráfaga fría, una mengua en la luz. Se acerca la noche. En la casa algunos continúan durmiendo el sueño. Otros, los más felices, se encarnan en el otro gimiéndose gemidos que llaman a otros gemidos y sudor de perfumes y el cielo abierto, profundo, delicioso y alcanzado. La lluvia continúa, meticulosa, medida. Los moradores escuchan. Los que no son felices encuentran consuelo en el abrigo del lecho, creyendo que afuera sería peor; que lo malo está afuera, porque afuera está el viento, el frío, el trueno. La catedral aún húmeda, luce de piedra rosada, terrosa. El sol aparece antes de irse con un último fogonazo. Alguien pone a Bob Dylan. La canción pregunta como se siente al estar sola sin dirección a casa... like a rolling stone. La armónica vaquera se hermana con un sikus que llega desde algún lugar, vibrando el aire de un reino ya perdido para siempre.

                                                                     Cusco. Alguna tarde de septiembre de 2014. Llueve

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL CUARTO EN PENUMBRA


                                                                                                        
 Estando frente al espejo, dije amenazadoramente:

  Quiero ver como soy en el espejo con los ojos

   Cerrados.

   Richter



Estoy boca arriba, mirando  cómo las partículas de polvo pululan dentro de los haces de luz que las rendijas de la persianas filtran dentro del cuarto en penumbra. No hay forma que nada suceda en ningún momento. 

A pesar de estar atrapado en la cama, recordando, con la voluntad maniatada y el pavor mezclado con la sangre, nada hace el favor de detenerse. Ni el planeta que gira sobre su eje, metido en el universo que se hincha, lleno de lunas y planetas que resbalan sobre rieles invisibles, orbitando, ni el sonido cargado de bocinas, sirenas y voces del barrio que llegan desde la calle que a esta hora del medio día ablanda su alquitrán, convirtiéndose en una vena negra donde se cuecen las culebras, las ratas y los insectos de la ciudad que nunca duermen, veloces de patas, de alas, de anillos viscosos que se revuelven.El sentimiento de una tragedia próxima, nunca acabada de llegar, me anida en el pecho, como una lechuza negra que se infla y desinfla.