miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL CUARTO EN PENUMBRA


                                                                                                        
 Estando frente al espejo, dije amenazadoramente:

  Quiero ver como soy en el espejo con los ojos

   Cerrados.

   Richter



Estoy boca arriba, mirando  cómo las partículas de polvo pululan dentro de los haces de luz que las rendijas de la persianas filtran dentro del cuarto en penumbra. No hay forma que nada suceda en ningún momento. 

A pesar de estar atrapado en la cama, recordando, con la voluntad maniatada y el pavor mezclado con la sangre, nada hace el favor de detenerse. Ni el planeta que gira sobre su eje, metido en el universo que se hincha, lleno de lunas y planetas que resbalan sobre rieles invisibles, orbitando, ni el sonido cargado de bocinas, sirenas y voces del barrio que llegan desde la calle que a esta hora del medio día ablanda su alquitrán, convirtiéndose en una vena negra donde se cuecen las culebras, las ratas y los insectos de la ciudad que nunca duermen, veloces de patas, de alas, de anillos viscosos que se revuelven.El sentimiento de una tragedia próxima, nunca acabada de llegar, me anida en el pecho, como una lechuza negra que se infla y desinfla.